Muchos padres acuden a la consulta porque ya no saben qué hacer para que sus hijos dejen de chuparse el dedo. Los padres pueden llegar a desvivirse para que sus hijos dejen este hábito: les observan continuamente para evitar que se lleven el dedo a la boca, les hablan y mentalizan sobre las consecuencias que pueden tener para sus dientes, e incluso les regañan y castigan cuando ya se encuentran en una situación de desesperación máxima.
Tenéis que saber que el dedo para un niño que se lo chupa puede ser considerado como su mejor amigo, o incluso una segunda madre, porque le consuela y le calma en momentos difíciles, le ayuda a dormir mejor, le protege cuando tiene miedo. Puede llegar a compararse con una “droga”, el placer que puede sentir un niño al chuparse el dedo no es comparable con nada. Ese momento en el que se introduce el dedo en la boca puede incluso desaparecer su mundo, pues se siente a gusto, seguro y en un lugar de felicidad máxima dándole igual cualquier tipo de consecuencia negativa que pueda tener.
En resumen, chuparse el dedo es para los niños una forma de relajarse similar a laque sienten cuando usan el chupete. Durante el momento de succión del dedo se liberan endorfinas, unas hormonas que les hace sentirse relajados y en calma.Por eso, normalmente este hábito se realiza en el momento de conciliar el sueño, cuando están nerviosos o enfadados por algo.
La prevalencia del hábito de chuparse el dedo varía mucho en función de la edad, estando aumentado durante el primer año de vida y disminuye de manera progresiva a medida que el niño va creciendo.
El dedo más común para llevara cabo la succión es el pulgar, aunque muchas veces pueden ser varios.
Todos los seres humanos nacemos con el reflejo de succión innato. Este reflejo de succión debe cubrirse durante los primeros años de vida, con la lactancia materna o el chupete, si este reflejo no se completa durante los primeros años de vida del bebé puede que este hábito de succión se transforme más adelante en una costumbre diaria, siendo perjudicial cuando supera los 4 años de edad.
También este hábito puede estar relacionado con ciertos trastornos emocionales asociados con inseguridades o deseos de llamar la atención. Un cambio en el entorno del niño, el inicio del colegio o la guardería, la llegada de un hermano a la familia pueden ser situaciones a veces difíciles de afrontar para ellos por lo que buscan consuelo y alivio chupándose el dedo.
Los efectos bucodentales que se producen cuando un niño se chupa el dedo van a depender de la posición, intensidad, frecuencia y duración del hábito de succión. Es decir, si la frecuencia es escasa o nuestro hijo abandona el hábito de manera precoz, antes de los 3 años de edad, puede ser que no se produzca ningún tipo de alteración en su boca, pero si ocurre todo lo contrario, puede dar lugar a una serie de alteraciones bucales.
Estos cambios están relacionados con el modo en el que el niño se chupa el dedo: la yema del pulgar se apoya sobre la zona del paladar posterior a los incisivos superiores, mientras que la parte de la uña se apoya sobre los incisivos inferiores. Los efectos de este apoyo dará lugar a:
A largo plazo, todas estas alteraciones dentales pueden afectar a los huesos que se están formando, dando lugar a una posición más posterior de la mandíbula y/o protrusión del maxilar.
Como ocurre con el chupete, lo ideal es abandonar el hábito antes de los 3 años de edad. Pero en muchas ocasiones se prolonga más en el tiempo y el abandono del hábito requiere de la colocación de algún aparato en la boca o incluso, en el dedo para ayudar a los niños a dejar su uso. Los métodos más conocidos son:
En algunos niños funcionan, pero en otros no tienen resultados porque estos métodos pueden ser interpretados por los niños como un castigo, lo cual puede derivar a intensificar su miedo y reforzar el hábito.
Por último, no hay que olvidar que la eliminación del cualquier hábito es difícil. Por eso, es fundamental que el niño quiera dejar de chuparse el dedo. Recordad, lo importante no es el aparato, sino el deseo de erradicar el hábito, por lo que el niño siempre necesitará estímulos positivos de reforzamiento tanto por parte de los padres como por parte del dentista.
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